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Bandolero Juan Caballero

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n el año 1804 nació en Estepa, cuna mundial del también famoso “Mantecado”, Juan Caballero. Su vida antes de casarse con 23 años con María Fernández, transcurrió por esos campos, duros en invierno y más duros, si cabe, en verano, en la siega, la trilla, el verdeo, la escarda, todas las labores del campo, incluyendo correr detrás de un perdigón para la humilde comida familiar.

Se hizo bandolero sin conocerse bien el motivo. Una de las versiones, cuenta que fue incriminado por un agricultor en un delito que no había cometido, que le llevo a ser detenido y encarcelado. Escapó, pasando a ser bandolero, tras ajusticiar, previa delación de su incriminador, pues en aquella época se procedía de tal manera en casos de injusticia manifiesta.

Era el jefe de su partida y compadre de José María “El Tempranillo”, de los más famosos bandoleros por debajo de Sierra Morena.

No eran malhechores, tenían elegancia y dignidad, aunque robaban. Cuentan que un día perseguido por un cadete soldado, tras cruzar un dificultoso rio exitosamente, no tuvo tan dicha el cadete soldado que le perseguía, cayendo del caballo y golpeándose en la cabeza, perdiendo el conocimiento en el acto. Sin pensarlo, Juan Caballero lo recogió y auxilió llevándolo a una venta cercana para que lo curasen. Tras recobrar el conocimiento, de despedida le dijo: “No lo maté a usted, señor cadete, porque es usted un valiente. Aquí estará bien atendido”.

Un día en una cena con su partida, en una venta, entró un anciano, pidiendo en caridad un candil de aceite, para poder velar a su hija recién muerta. Ordenó inmediatamente al tendero que le facilitara al viejo todo lo que necesitara y a la partida, con el al frente, rumbo al velatorio de la difunta.

Se retiró de la vida de bandolero, con la edad de 29 años, habiendo recibido el indulto de Fernando VII, él y su partida. “Seré un bandolero, pero no un traidor” dijo cuando en un principio le plantearon el indulto a su persona a cambio de entregar a su partida.

¿Por qué GALLERO?

Era muy aficionado a las peleas de gallos, estando un día en el Reñidero de Estepa, ya con cierta edad y viviendo en Paz, abarrotado de aficionados locales por la visita de un grupo de galleros de La Rambla, localidad cordobesa de reconocido prestigio histórico gallístico, cuentan que se fueron caldeando las aficiones, enalteciendo las emociones, con principios de insultos y conatos de agresiones, hasta que se levantó un señor de la grada y exclamó, dejando en silencio el aforo, como los famosos de la Maestranza de Sevilla: “Señores, se ha de respetar a toda persona que venga a un reñidero, con generosidad y caballerosidad. Quien no esté de acuerdo, tendrá que vérselas con Juan Caballero”.

Fue muy superticioso, sobre todo tras descubrir que sus fechorías se iniciaron por un macabro error, un martes, día fatídico del ajusticiamiento de unos inocentes delatores. La casualidad, el azar o por qué no, el destino, hizo que muriese “un Caballero de apellido y caballero de condición”, un Martes Santo, 30 de marzo de 1895, en su localidad natal, a la edad de 91 años, víctima de un flemón.

“Un Criador de Gallos nunca debe tener miedo, pues el miedo inexcusablemente se transmite a los animales pasando a pertenecer a la categoría de la no excelencia, no digno de nuestro afamado Gallo Combatiente Español, Jerezano o Andaluz. Eso sí, no confundir miedo con Respeto, ese gran valor del Gallero que se precie”.

Antonio Calvo Romero

Nota: Este artículo lo redacte el día después de presenciar la recreación del 2 de mayo de 1810, cuando las tropas napoleónicas entraron en el pueblo de Algodonales, enfrentándose a todo el pueblo de la serranía gaditana.