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Conferencia en Castro del Río

V


amos a hablar de una diversión milenaria, pues las peleas de gallos es sin lugar a dudas una de las primeras diversiones que tuvo el ser humano, ya que su origen es remotísimo.

Nos cuenta el Dr. Edsel J. Bixler en su libro “El gallo Español de combate”, que la domesticación del gallo, tuvo lugar 6000 años antes de Cristo. Y existe la teoría de que la idea de domesticarlas, surgió cuando el hombre presenció un combate entre dos gallos salvajes, que luchaban, bien por una hembra o por el dominio de su territorio y es donde nace el gusto por este espectáculo.

El juego de gallos al parecer surgió en el Asia meridional o en sus islas adyacentes, se tienen noticias de riñas de gallos, en la India, China Persia y sobretodo en Grecia, donde tenían una verdadera pasión y hombres de todas las edades y condiciones sociales, criaban y adiestraban gallos para el combate. No sabemos si Sócrates era o no aficionado a los gallos, pero voy a relatar cuales fueron sus últimas palabras antes de morir. Sócrates debió nacer sobre 470 años antes de Cristo y fue el hombre más sabio de Grecia, según el oráculo de Delfos, que preguntado por Querofonte, amigo y admirador de Sócrates, si existía algún hombre más sabio que Sócrates, la respuesta fue que no, esto le hizo pensar y sacó la conclusión de que su sabiduría, se debía a reconocer su propia ignorancia, y que la verdadera sabiduría estaba en buscar siempre la verdad y la justica cierta y segura y ello le llevo a que le condenaran a muerte. Cuenta Platón que habiendo bebido la cicuta y yacía moribundo, dirigiéndose a su discípulo Criton, sus últimas palabras fueron: Le debemos un gallo a Esculapio; págaselo, no lo descuides.

En la historia de Grecia hay un episodio, muy interesante sobre las peleas de gallos y es que en vísperas de la Batalla de Salamina donde el ejército griego derrota a los persas, el General Temistocles, en la arenga que da a sus soldados, organizó una pelea de gallos y dirigiéndose a ellos les dijo, que copiaran de estos animales, que peleaban hasta la muerte, por el solo placer de vencer y que ellos deberían hacer lo mismo, ya que luchaban por su patria y por su libertad. En recuerdo de esta alocución, surgió una ley que ordenaba que todos los años se celebrara una riña de gallos solemne, con cargo al tesoro público.

De Grecia pasa a Roma y durante la época del Imperio Romano se extendería por toda Europa. Incluso el gallo de la pasión, aquel al que se refiere Jesucristo, cuando dirigiéndose a San Pedro, le dice me negaras tres veces antes de que cante el gallo, era de pelea, pues existe en el Museo Historico del Vaticano, un gallo en bronce que fenotípicamente es un gallo de pelea. De San Pedro se dice que se comportó como un mal gallo, sin embargo su hermano Andrés si fue gallo fino, que murió crucificado, de ahí que en determinadas partes de America sea considerado como el patrón de los galleros y se inicia la temporada de gallos el día de San Andrés (30 de Noviembre).

En Inglaterra se consideró como una diversión propia de la nobleza. Sin embargo en la península ibérica se conocieron los gallos de combate con anterioridad, a la época romana, ya que fueron introducidas por los fenicios, al establecer sus colonias en nuestras costas, su fisonomía era muy parecida al gallo griego y romano, lo que indica su parentesco, ello se puede observar en las cerámicas que se exhiben en el Museo de Antropología de Madrid.El gallo español de combate es el que más se diferencia de las aves orientales de combate y el que tiene mayor semejanza con el gallo silvestre.

Asimismo los soldados romanos que participan en la Batalla de Munda, se sorprenden de la gran afición que tenían los turdetanos a las riñas de gallos. La Turdetania se extendía desde el Algarve portugués hasta las estribaciones de Sierra Morena a todo lo largo de la cuenca del rio Guadalquivir. No existe un acuerdo general para situar a Munda, pues unos la sitúan en Osuna, otros en Herrera, otros en Ronda la Vieja, pero la aceptación más generalizada es que la batalla tuvo lugar en “Los Llanos de Vanda”, situados entre Montilla, Espejo, Nueva Carteya y Castro del Rio, por lo que ya hace unos años que hay gallos de pelea por estos lares.

También Lucius Moderatus Columela, escritor romano, nacido en Cadiz a principios de la era cristiana, en su obra “De re rustica”, nos habla de los gallos.

Es cierto que si bien no existe bibliografía al respecto, las peleas de gallos se mantuvieron a lo largo de los siglos. Indro Montanelli, en su “Historia de la Edad Media”, nos cuenta que las distracciones preferidas del pueblo en esa época eran la cetrería, el juego del ajedrez y las peleas de gallos.

Con el descubrimiento de América, los españoles los llevamos a aquellas tierras, las flotas que iban al Nuevo Mundo, llevaban gallos de pelea, que se jugaban en la cubierta de los barcos para romper la monotonía del viaje.

Del primer reñidero que se tiene noticias en América, es el que Hernan Cortes establece en su finca “La Casona”, de la Villa de Tlapan, ya que era muy aficionado a los gallos y a los toros. Igualmente de la primera ganadería de reses bravas, que se tienen noticias, es de Hernan Cortés, pues estando en el valle de Toluca, vio que allí podía criarse reses bravas, por lo que encarga a su pariente Altamirano, que se entreviste con el emperador Carlos V y recabara de él autorización para llevar a aquellos pagos doce pares de reses bravías. Altamirano cumple el encargo y el Emperador complace el ruego de Cortes. De esta manera Cortes, no solo tiene el primer reñidero, sino que también crea la primera ganadería brava de América, siendo en la actualidad la más antigua del mundo.

Desde el primer momento, ambas aficiones calan hondamente en todas las clases sociales y en todos los países hispanoamericanos, cuyos espectáculos fueron presenciados con pasión y entusiasmo por autoridades y prelados virreinales al lado de indios, léperos y esclavos y más tarde por aristócratas y revolucionarios. La afición a los gallos superaba incluso a las corridas de toros, pues al espectáculo, se unía la pasión por el juego, proliferando las vallas, galleras, reñideros o palenques, pues según el país en que se instalan así se denominan. Cualquier acto político o festividad, era bueno para organizar una partida, donde acudían todos, desde el Virrey con su esposa a los pordioseros, ya que habiendo un amplio campo de apuestas, cada uno arriesgaba de acuerdo con sus posibilidades.

Sorprendía la mezcla de clases sociales y la presencia de damas de la alta sociedad, que no sentían pudor de participar en las apuestas con los caballeros que las acompañaban. Ello llevo a un gran sabio mejicano a decir que las peleas de gallos eran una diversión inocente, que no debían prohibirse nunca, pues ayudaban a la relación y entendimiento entre las distintas clases sociales. Y esto es asi, yo gracias a los gallos he tenido relaciones por ejemplo con D.Felipe Virci, siendo Vicepresidente de Panama, con el ministro de Agricultura de Perú, durente el Gobierno de Fujimori, con Morell Rodriguez, gobernador de Isla Margarita, etc. (también con narcotraficantes), el caso más palpable de buena relación y entendimiento de los galleros lo tienen Vds., aquí en Castro del Rio, durante la Republica, existían dos cuartos de taquilla en el Reñidero, el de la izquierda y el de la derecha, donde entraban los gallos según la ideología del gallero. En el aforo del reñidero a un lado estaban los de derecha y al otro los de izquierda, los gallos peleaban entre sí y entre ellos se cruzaban apuestas y no se tienen noticias de que nunca hubiera un incidente, y es que mientras nuestros gallos pelean, los galleros confraternizamos.

Volviendo a situarnos en la llegada del juego de gallos a América hay que destacar la actitud contraria al juego que autoridades civiles y eclesiásticas mantuvieron desde un principio y trataron de acabar con la pasión excesiva que se sentía por el juego. La cantidad y continuidad de Reales Cedulas, Bandos de Virreyes y arzobispos, que ordenaban su prohibición, indican claramente que no fueron cumplidas y que se siguió practicando el juego con gran afición.

Esta diversión junto con los dados y los naipes fueron practicadas en América desde la llegada de los españoles, no es de extrañar por tanto, que ya en 1525, surja en Méjico, la primera orden, prohibiendo que ninguna persona de cualquier estado, oficio o condición, practicase los juegos de azar, bajo diversas penas a los infractores. El enriquecimiento rápido y aventurero de los conquistadores favoreció estos juegos, que pronto se extendió a los indígenas y a los vagabundos, por ello siempre se incluía entre las Reales Instrucciones, la de vigilar la mala vida y los juegos, evitando el contacto de vagabundos españoles con los indios, pues solo podían enseñarles malas costumbres.

El periodo de la prohibición es muy amplio, pues no es hasta 1.727, año en que Felipe V, autoriza el juego, debido fundamentalmente al afán recaudatorio que en todos los tiempos ha tenido Hacienda. Pues teniéndose conocimiento de la existencia de casas publicas de gallos, se pensó que podían incrementar los ingresos del Erario Público, incluyéndolas en las rentas de la Real Hacienda.

Las autorizaciones se llevaban a cabo mediante contratos de concesión, por el cual el concesionario pagaba al erario público una cantidad fija por año y el periodo de la concesión era de diez años. Previamente se abría un periodo de información durante 30 días y diariamente se daban pregones en las ciudades que iban a ser objeto de concesión, celebrada la subasta se adjudicaba al mejor postor. La primera concesión data de 1.730, a Don Isidro Rodríguez La Madrid, que ofertó un depósito inicial de 120.000 reales de vellón y 1000 pesos por año y no llevaría a cabo la apertura los domingos y festivos hasta la una de la tarde, para que los galleros asistieran a misa y así tener contenta a la Iglesia.

Las peleas de gallos, también han contribuido a fines benéficos de la Iglesia, así por ejemplo, el Sindico y Capellán del monasterio de la Purísima Concepción de Panamá, solicito del rey en 1.784, la concesión del producto de las galleras para las monjas de dicho monasterio, que carecían de rentas, al habérsele incendiado varias propiedades.

El 21 de Julio de 1.792 el presbítero de la villa de San Fernando (Cadiz), solicita licencia para explotar un reñidero, con el caritativo y laudable objeto de aumentar las cortas limosnas de que goza la casa de Niños Expósitos de dicha Villa.

En el siglo XIX, el hospicio de Cádiz, decidió construir un reñidero de gallos, que incluía zona de criadero, con el propósito de usar las ganancias a fines Benéficos.

Como se puede comprender el juego de gallos en España es de una profunda tradición, que ha llegado hasta nuestros días, gracias también a la calidad de nuestros animales, que se vienen exportando desde el siglo XVI. Y son considerados los mejores del mundo, es por ello que durante el anterior régimen, se dictan una serie de normas conducentes a preservar y mejorar la raza, así en el B.O.E. de 11 de Agosto de 1.970,por resolución de la Dirección General de Ganadería se crea el Libro Genealógico del gallo Combatiente Español y se suceden una serie de normas reguladoras de su exportación. Se crea una Comisión Consultiva en la Delegación del Ministerio de Comercio de Sevilla, de la que dependía el comercio exterior de estos animales. Dicha Comisión la formaban, un representante del M.de Agricultura, otro del de Comercio, otro del S.O.I.V.R.E., otro del Sindicato Nacional de Ganadería y varios exportadores de gallos, cuyo objeto era marcar las directrices y hacer un seguimiento de la marcha de las Exportaciones, se le dio tal seriedad que aumentaron considerablemente, llegándose a contabilizar a finales de los setenta, una salida de unos seis mil gallos entre el puerto de Cadiz y el Aeropuerto de Sevilla.

Y llegó la democracia y la trasferencia de poderes a las Autonomías y se fue todo al garete, dando lugar una gran laguna legal, y un desinterés, por parte de la Administración, que prácticamente aun habiendo un grandísimo interés en toda Hispanoamérica, por el gallo de combate español, pues es un gallo mejorante de todas las razas, las exportaciones de gallos son puramente testimoniales, en la actualidad.

No quiero terminar sin hacer una apología del gallo y del gallero Nos dice Perez Zendejas en “Su majestad el Gallo”, que el gallo de pelea es el ser más representativo y simbólico del comportamiento humano, ya que este como ningún otro animal, al verse agredido pone de manifiesto, con denuedo temerario y tenacidad indomable, su voluntad de lucha por la supervivencia. Simboliza la justificación suprema del hombre en la defensa de sus derechos; encarna la decisión innata y perenne de combatir con todo enemigo por superior que este sea; representa la renuncia a tolerar cualquier agravio; perece antes que humillarse; solo es vencido cuando agota toda su fuerza, toda su energía y derrama hasta la última gota de su sangre; encara el peligro con valor y sin titubeos en el momento que este se le presenta; expone su vida con gallardía y audacia sin consentir la derrota, y si el destino le condena a ella, sabe morir con estoicismo y grandeza; su aspiración suprema es la victoria y la busca con valor y arrojo, representando así al prototipo del valor, del heroísmo y del triunfo.

Y del gallero, ya he dicho anteriormente que mientras nuestros gallos pelean, los galleros confraternizamos, en la batallola a través de nuestros gallos somos rivales, fuera de ella somos amigos, y por muchas veces que peleen nuestros gallos seguimos siendo amigos, es una persona que se sabe comportar tanto en el triunfo como en la derrota, sabe ser humilde ante el triunfador y cortes con el vencido, y es un hombre que dentro de nuestra cultura del gallo, siempre cumple su palabra y de ello da fe la siguiente poesía:

  • Si como a todo buen gallero
  • Te da por apostar
  • Sin Notario, ni escritura
  • Tu palabra bastará
  • Aquí no vale el te debo o no te puedo pagar
  • Tu palabra es el contrato
  • Da fé
  • Tu formalidad

Antonio Calvo Romero

Castro del Río